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Liderazgo vs Clientelismo - Gobernanzas

lunes, 21 de junio de 2010

Los caciques del PRD no se fumarán” la pipa de la paz”.

El anuncio de que altos directivos del PRD, encabezados por el ex presidente Hipólito Mejía, tienen elaborada una carta en la que, supuestamente, pedirán la renuncia del presidente de ese partido, Miguel Vargas Maldonado, después del 16 de mayo, demuestra que allí los caciques que se disputan el control de ese cacicazgo, no están en disposición, ni antes ni después de las elecciones, de fumarse la pipa de la paz.

Tradicionalmente, el PRD se ha caracterizado por ser objeto de múltiples fraccionamientos cada vez que entre sus líderes grupales se expresan diferencias marcadas por posiciones políticas, definición de objetivos o sencillamente por el interés particular de dirigir determinados segmentos gremiales o bien por el control total del partido.

El camino del fraccionamiento en el partido del jacho prendío se inicia cuando en 1973 el profesor Juan Bosch decide separase de José Francisco Peña Gómez, acusándolo públicamente de muchas cosas y guardándose otras que tal vez, para la visión de la política que tenía el fenecido profesor, eran mas contundentes que las expresadas. El mismo Bosch decía que “en política hay cosas que se ven y otras que no se ven y que a veces las que no se ven son mas grandes que las que ven”.

Luego de que el PRD asumiera el poder en el 1978, los jefes de esa organización, no bien se habían sentado en sus respectivas bancas presidencial y ministeriales cuando de inmediato se puso al descubierto una profunda guerra interna entre el presidente Antonio Guzmán Fernández, Salvador Jorge Blanco, Jacobo Majluta y el propio Peña Gómez.

Aunque la lucha de tendencias estaba bien arraigada a lo interno del partido blanco en el periodo 1978-1982, estos pudieron matizar sus rivalidades, mantenerse en el poder y llevar a Jorge Blanco al palacio presidencial para el periodo 1982-1986, pero un año antes del termino de ese cuatrienio, las contradicciones entre Peña Gómez y Jacobo Majluta eran insalvables y prefirieron perder el poder antes que reagruparse y llegar a la unidad partidaria.

En el pasado reciente, entiéndase en el periodo 2000-2004, el fantasma de la división se hizo presente de nuevo en el PRD, tomando como elemento base la proyectada reelección de Hipólito Mejia a la que Hatuey Decamps se opuso de manera radical y por principios argumentados, Hatuey prefirió partir el pastel y salir con su pedazo de partido antes que apoyar la línea reeleccionista que trazo Mejia, la que lo llevo a la bancarrota total.

Ahora el caso no es menor, Hipólito Mejia se ha estado aprovechando de los desaciertos cometidos por Vargas Maldonado y su equipo político, para reagrupar a su favor a fuerzas que como Fello Suverbí habían estado fuera del escenario político y junto con otros, conocidos como los viejos robles del PRD, se están preparando para después de la elecciones de mayo pedir la renuncia o forzar la expulsión deshonrosa de Miguel Vargas del que este último ha decidido llamar “el nuevo PRD’.

La situación es muy crítica a lo interno de esa organización. Se habla en el boca a boca de los círculos informativos que lo que le ha pasado al partido blanco no es ni seña de lo que le espera una vez concluido el proceso electoral de mayo próximo. Los caciques del PRD no están dispuestos a fumarse la pipa de la paz y prefieren seguir perdiendo terreno y desmembrándose pieza a pieza hasta llegar a la extinción total. Con esto de la lucha interna sin cuartel solo le hacen honor a la célebre frase de su extinto líder, Peña Gómez, cuando decía que “solo el PRD destruye al PRD”.

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