Las cenas y canastas navideñas entregadas a los pobres cada fin de año siempre ha sido una "preocupación" de los gobiernos y políticos dominicanos, esto está bien y realmente muy importante en la actualidad, pero aspiramos a un grado de desarrollo social y económico tal donde estas dádivas no sean necesarias.
Las condiciones económicas que provocan que millares de ciudadanos y ciudadanas residentes en barrios pobres de la capital y del interior del país se vean en la necesidad de esperar que los gobiernos vayan en su ayuda cada fin de año para poder cenar junto a su familia, son una confirmación de que nuestros pobladores están muy limitados en cuanto a su poder adquisitivo.
Es preferible dar empleos dignos que dar comida para mitigar el hambre de la gente. Los gobiernos deben tener la meta y preocupación de crear empleos para que las personas se ganen la vida honradamente y no tener que hacer filas para que les regalen de comer.
Aun conscientes de que se amerita de políticas públicas con metas estratégicas encaminadas a dar soluciones de largo plazo a estos problemas, de por si estructurales, no debemos perder de vista que el Estado debe iniciar a dar pasos en ese sentido.
Claro, hay que saber que el clientelismo político entronizado a lo interno de los partidos no se muestra muy a gusto con la eliminación de estas prácticas, a veces muy bochornosas y denigrantes, en las que se ven envueltas personas que en largas filas de repartos de alimentos a veces salen con duros golpes, empujones y lesiones provocados por la seguridad o por otros ciudadanos.
Para muchos políticos sin discursos objetivos ni convicciones ideológicas que puedan motivar a los ciudadanos electores a darles sus votos, solo “el mercantilismo”, “el buscavidismo” y “el dame lo mío” los puede mantener en la palestra y en posiciones de relevancia dentro del Estado y sus instituciones.
La sociedad debe avanzar y desarrollarse y junto a ella sus pobladores también. Generalmente los más desposeídos se quedan esperando “el crecimiento económico de la nación” porque sus fuertes vientos donde ellos nunca llegan, contrario a los tiempos de crisis que, aunque es un mal endémico en ellos, cuando se agudiza siempre toca sus puertas de primero.
Las condiciones económicas que provocan que millares de ciudadanos y ciudadanas residentes en barrios pobres de la capital y del interior del país se vean en la necesidad de esperar que los gobiernos vayan en su ayuda cada fin de año para poder cenar junto a su familia, son una confirmación de que nuestros pobladores están muy limitados en cuanto a su poder adquisitivo.
Es preferible dar empleos dignos que dar comida para mitigar el hambre de la gente. Los gobiernos deben tener la meta y preocupación de crear empleos para que las personas se ganen la vida honradamente y no tener que hacer filas para que les regalen de comer.
Aun conscientes de que se amerita de políticas públicas con metas estratégicas encaminadas a dar soluciones de largo plazo a estos problemas, de por si estructurales, no debemos perder de vista que el Estado debe iniciar a dar pasos en ese sentido.
Claro, hay que saber que el clientelismo político entronizado a lo interno de los partidos no se muestra muy a gusto con la eliminación de estas prácticas, a veces muy bochornosas y denigrantes, en las que se ven envueltas personas que en largas filas de repartos de alimentos a veces salen con duros golpes, empujones y lesiones provocados por la seguridad o por otros ciudadanos.
Para muchos políticos sin discursos objetivos ni convicciones ideológicas que puedan motivar a los ciudadanos electores a darles sus votos, solo “el mercantilismo”, “el buscavidismo” y “el dame lo mío” los puede mantener en la palestra y en posiciones de relevancia dentro del Estado y sus instituciones.
La sociedad debe avanzar y desarrollarse y junto a ella sus pobladores también. Generalmente los más desposeídos se quedan esperando “el crecimiento económico de la nación” porque sus fuertes vientos donde ellos nunca llegan, contrario a los tiempos de crisis que, aunque es un mal endémico en ellos, cuando se agudiza siempre toca sus puertas de primero.
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