En nuestro bien amado país coexiste un sector, casi invisible, que crece y se extiende ampliando los niveles de marginalidad a la vista de todos, segregándose cada día hacia la más abyecta vulnerabilidad, la que como resultado del clientelismo político y de la falta de criterio de los propios actores sociales, su maldición es fruto de una irresponsabilidad social compartida.
Se trata de un terrible y
dramático rompecabezas. Miles de familias marginadas por una realidad social
aplastante y excluyente por demás, oriundos de las distintas zonas rurales y
del mismo centro de la ciudad, se van distribuyendo por decisión propia en las
orillas de los ríos y cañadas, construyendo casuchas al borde de precipicios
con improvisadas columnas cimentadas sobre
arcillas expansivas, las que
experimentan cambios evidentes con la humedad.
Gobiernos
con autoridades clientelistas que se hacen de la vista gorda ante esta oscura
realidad. Políticos desalmados que usan ese cuadro crítico social como recurso
de campaña electoral para, anestesiando a esos pacientes de la muerte silente,
prometerles soluciones estomacales momentáneas pero sin mirar hacia el problema
real, su vulnerabilidad social y climática.
A
cada momento se repite la misma escena. Titulares de los diarios que anuncian
amargamente: “Derrumbe sepulta familia”, “Se ahogan tantos por crecida de río”,
“miles son desplazados a centros de socorro”. Hasta cuando vamos ha cargar con este
terrible mal, es la pregunta obligada.
El
tema de la vulnerabilidad social y climática ha sido tocado muchas veces por la
Organización de las Naciones Unidas,
mejor conocida con la ONU, pero siempre vemos cierta timidez en las
ejecuciones de los planes que resultan de sus foros y conferencias magistrales
impartidas por expertos bien pagados. A pesar de todo, el problema continúa y
se extiende como verdolaga en tierra baldía.
La
realidad estriba de manera clara en la profunda división social que se verifica
en el mundo, la amplia brecha entre ricos y pobres, esos cordones de miseria
que crecen cada día. Se trata de cómo llevar a cabo una mejor distribución de
las riquezas adquiridas por los distintos actores que intervienen en la
producción de la riqueza misma.
Al
margen de discursos bien intencionados de políticos y partidos, debemos
reconocer que en nuestro país se ha producido un real crecimiento económico y
con notable estabilidad. Sin llegar a conclusiones en base a los conceptos
sociológicos de Carlos Marx y recorriendo los principios de Henry George,
demandamos al presente y a los futuros gobiernos que hemos de darnos los
dominicanos y dominicanas una mayor y más equitativa distribución de nuestras
riquezas.
Varios
países del mundo han logrado una convivencia pacifica entre las clases sociales
sin tener que romper con el sistema capitalista de producción de bienes y
riquezas. Brasil por ejemplo, en los gobiernos de Ignacio Lula Da Silva, ha
logrado sacar a millones de pobres de su estado de miseria social y económica y
los ha elevado a la condición de clase media.
El
actual presidente de la República, licenciado Danilo Medina, se ha colocado al
lado de los más vulnerables del país. Construye una importante Ciudad Modelo en
Boca de Cachón, para solucionar la dramática situación de los residentes en las
proximidades del Lago Enriquillo. De igual manera, anuncia un hermoso proyecto
de solución habitacional para los residentes del sector La Barquita.
Aboguemos
porque esta ruta iniciada por el actual mandatario sea continuada y ampliada
por los próximos gobernantes que hemos de darnos los dominicanos y dominicanas,
pero sobre todo, esos excluidos sociales, que permaneciendo casi invisibles aun
persisten, en su realidad, como una pesada deuda social acumulada por los
siglos de los siglos.
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