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Liderazgo vs Clientelismo - Gobernanzas

lunes, 21 de noviembre de 2011

Psicología política: la derrota electoral


Por Jesús Belén

Una campaña electoral es una lucha intensa y vinculante en la que los actores principales, entiéndase su estructura jerárquica, se ven precisados a aumentar el nivel de testosterona, hormona que hace al individuo más activo frente a fenómenos presénciales como la agresividad, la toma de riesgos y la reacción frente a las amenazas. Es una lucha sin cuartel por el control o conquista del status quo.

Las superestructuras políticas de los partidos contendientes en un proceso electoral deben orientar a sus militantes en el sentido de saber que en la misma urna que se gana también se pierde. El nivel de testosterona de los que pierden siempre es más intenso que el de los triunfadores. Preparar a los militantes para una eventual derrota electoral es siempre inteligente por parte de los jefes de los partidos.

Cada proceso electoral deja instaurado un status quo. Un orden social, político y económico que se mantendrá durante cuatro años. Siempre y cuando el derrotado asuma su realidad sin dificultades y sin pataleos, todo el sistema se mantendrá estable y las instituciones seguirán su agitado curso. Aceptar una derrota electoral, a veces, puede ser un gran triunfo político.

En esta gran batalla, si alguno de los contendientes solo se prepara para ganar y levanta argumentos de posible fraude por anticipado, entonces sus seguidores sólo estarán preparados para ganar, y esto es sumamente peligroso. Prepararse psicológicamente solo para recibir el anuncio del triunfo y recibir una noticia de derrota acelera los niveles de testosterona y esos ánimos enardecidos te pueden llevar al caos político y social.

Muchos líderes políticos entienden que si aceptan humildemente que fueron derrotados en un evento electoral, esta derrota se puede llevar de paro su liderazgo jerárquico sobre sus súbditos, por tanto, algunas veces optan por el escarceo (derecho al pataleo) natural de todo aquel que se sabe vencido por su oponente, sobre todo, si en algún momento era muy remota la posibilidad de que el evento aconteciera de esa manera.

La sociedad política; el empresariado local, los estamentos de poder internacional, el clero religioso, los poderes fácticos y mediáticos, no estarán nunca de acuerdo con que los intereses personales o grupales de un sector político que no ha conseguido el favor de los electores puedan alterar el orden existente y provocar una situación que nos haga perder el control.

Si bien el poder del estado está representado por un Presidente, ministros, legisladores, alcaldes, gobernadores, etc; la arquitectura del poder requiere, para manejarse entre los cánones normales, el concurso y la aceptación de los demás sectores que componen la sociedad política, económica y social para mantener una real convivencia político-estatal.

Ahora que nos preparamos para asistir a un proceso electoral del que saldrá un ganador y, por supuesto, un perdedor, es preciso que los lideres de los dos partidos principales guíen y preparen a sus seguidores ganar, pero también para recibir una derrota electoral en el caso de que así suceda. La democracia y la estabilidad social y política deben estar por encima de cualquier interés particular y mezquino.

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