En una entrega anterior
analizamos de manera pormenorizada el tema del carisma y los dones divinos. En
aquel ejercicio sociológico o teórico conceptual, definíamos cómo aquellas
cualidades adquiridas por el hombre, llamadas carisma, son algo así como una especie de aura que acompañan a los líderes de las distintas
ideologías en toda la historia de la humanidad.
El liderazgo ha sido definido como el conjunto de habilidades gerenciales o directivas que
un individuo tiene para influir en la forma de ser de las demás personas o en
un grupo de personas determinado, haciendo que
este equipo trabaje con entusiasmo, en el logro de sus metas y objetivos. El
liderazgo también es definido como la capacidad de tomar iniciativas,
gestionar, convocar, promover, incentivar, motivar y evaluar a un grupo de
personas sobre los cuales se ejerce su influencia.
Richard Daft, en su libro “La experiencia del liderazgo”,
define el liderazgo como: La relación de influencia que ocurre entre los
líderes y sus seguidores, mediante la cual las dos partes pretenden llegar a
cambios y resultados reales que reflejen los propósitos que comparten. Los
elementos básicos de esta definición son: líder, influencia, intención, responsabilidad,
cambio, propósito compartido y seguidores.
Sin
embargo, el clientelismo político, convertido en un tema frecuente en la República
Dominicana, que nos plantea la relación
entre dos o más actores y donde se dan intercambios recíprocos de favores relacionados
con el Estado y sus estructuras de poder, se ha convertido en un comportamiento
conductual cotidiano entre empresarios, políticos candidatos y funcionarios
gubernamentales que manejan recursos económicos y poder político, jamás se debe
confundir la marca de identidad del liderazgo como tal con el seguidismo
clientelista que se da en estos predios como expresión directa del buscavidismo
y la piratería política.
Liderazgo
y clientelismo no es ni será jamás la misma cosa. El verdadero liderazgo se
cultiva y está íntimamente relacionado con las capacidades que tengan los
actores supremos de satisfacer necesidades espirituales, políticas y sociales
de sus seguidores. La magia está en cómo estos guías o gerentes de personas logren
convencer y persuadir con sus prácticas y sus predicas a todos aquellos que le
siguen de manera convincente y en muchos casos cayendo en un seguidismo ciego
que le hacen perder su propia identidad como persona.
En cambio, el
seguidismo clientelista, es aquella relación que se da mutuamente entre dos
actores sociales en la cual existe la condición de poder político y de recursos
económicos. Es decir, uno que ejerce la
función de patrón y otro la hace de cliente o seguidista. El jefe o patrón proporciona bienes
materiales, protección y acceso a recursos diversos y, el cliente seguidista ofrece
en cambio servicios personales, lealtad, apoyo político o votos en los procesos
electorales.
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