Por Jesús Belén
Diversos tratadistas y expertos de la
sociología han abordado el tema del carisma a través del tiempo y tanto ayer como hoy tenemos valores con
patrones distintos por los cuales definir el verdadero carisma de un líder en
su entorno político-social y frente a sus seguidores.
Como no se puede hablar de carisma sin partir de sus orígenes y
su etimología, debemos dar una mirada retrospectiva a los llamados 7 dones
divinos que son: sabiduría, conocimiento, inteligencia, consejo, fortaleza,
piedad y temor a Dios. Estos dones son la raíz o el punto de partida de los 20
carismas conocidos hasta hoy.
El carisma puede ser de utilidad pública, de servicios sociales,
como también de satisfacción del ego individual o de favorecer prácticas
letales. Basta con analizar líderes de extremos opuestos como Adolfo Hitler y
Mahatma Gandhi o Nelson Mandela y Osama Bin Laden, para saber que el término
carisma parte de distintas variables y apreciaciones. En distintas épocas hemos
visto a hombres carismáticos manipular a millones de hombres y mujeres que les
siguen por fe ciega, convicción política, por su fuerza de poder o por su apego
principios éticos y morales.
El sociólogo alemán, Max Weber, señala en diversos textos lo
siguiente: “el carisma surge de la relación del líder con sus seguidores”...
algunas figuras excepcionales han revolucionado la política por la fuerza de su
personalidad, porque su carisma es un don que los aparta de los hombres
ordinarios y comunes”, pero además agrega: “el carisma perdura solo hasta que
se identifique y sea capaz de satisfacer a sus seguidores”.
Los primeros estudiosos y exponentes del carisma han señalado
que este don o gracia que tiene o adquiere el hombre, solo debe ser usado para
el bien común y para servir a los demás, porque estos son dones que se dan y se
quitan. Los seguidores siguen de cerca las actitudes de sus líderes y cuando no
les satisfacen en sus necesidades, entonces se apaga la magia y el carisma
desaparece.
Aunque el talento es natural y el carisma es adquirido, existen
líderes poseedores de estas dos cualidades, y cuando esto sucede entonces se
convierten en hombres excepcionales o prohombres. Hay un punto de encuentro
entre ambos, todos usan la persuasión como arma fundamental para alcanzar sus
propósitos.
Adolfo Hitler, por ejemplo, llegó al poder por medio de unas
elecciones y sus discursos para justificar sus crímenes eran electrizantes y
provocaban frenesí en sus seguidores. Osama Bin Laden, por su lado, utiliza el
carisma mesiánico para lograr sus metas letales, siempre usa la persuasión y
jamás la coerción en sus seguidores.
Es bueno resaltar que en nuestro país, y de manera particular en
el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se da una polémica interesante
respecto a los carismas del presidente Leonel Fernández y de Danilo Medina. Dos
lideres carismáticos con visiones y comportamientos totalmente diferentes.
Al presidente Fernández le resaltan los dones de la inteligencia
y la sabiduría, esto adherido a su alta capacidad intelectual, lo que combinado
con el uso de la retórica discursiva indudablemente le granjea una aceptación
impresionante tanto en su partido como en la población.
Danilo Medina, de su parte, además de la sabiduría, el
conocimiento y la inteligencia, es poseedor del don originario de usar el
carisma para servir a los demás. Indiscutiblemente que esas cualidades
naturales y adquiridas de este estratega político dominicano, así como su gran
sensibilidad social y su espíritu boschista de servir a los más necesitados, lo
han de llevar en un futuro cercano a dirigir los destinos del país.
Dos carismas distintos en el PLD, el
de Danilo y Leonel.
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